Alex de la Iglesia dimite.
Lo hace porque no está de acuerdo en la manera como se ha tramitado la Ley de Economía Sostenible. Lo hace porque él habría preferido dialogar, llegar a un entendimiento de posturas contrarias. O, en sus propias palabras: “lo mejor hubiera sido empezar de cero (…). Enfrentar a creadores con la Red es el mayor de los errores”.
Alex de la Iglesia es un caso poco corriente en este país nuestro en el que debatir significa gritar más que el contrario. En un mundo en el que siempre hay que tener la razón, Alex de la Iglesia tuvo la valentía de sentarse a oír lo que los adversarios tenían que decir. En una sociedad en la que nadie se replantea sus propias ideas, Alex de la Iglesia defendió honestamente las suyas pero también se dejó convencer por las ajenas.
Acercó posiciones entre ambos lados del conflicto, demostrando que era posible llegar a un entendimiento sin imponer nada a nadie. Diplomacia en estado puro. Causa admiración. Ojalá hubiera mucha más gente como él, gente capaz de solucionar problemas dialogando.
Pero la señora Ministra no es muy aficionada al diálogo o la diplomacia. Lo suyo es más bien hacer oídos sordos. Por eso no quiso oír las recomendaciones de Alex de la Iglesia. Prefirió obviar esa voz de Pepito Grillo que le decía “quizá nos estamos equivocando; quizá hay otra manera de defender los derechos de los creadores”. Y siguió adelante con su ley. La ley del más fuerte.
Ante eso, en un admirable gesto de coherencia, Alex de la Iglesia dimite. Y eso hace que hoy sea un día triste.
Señora Ministra, usted insiste en que la Sección Segunda nace para defender a los artistas. ¿Qué debemos pensar cuando ni siquiera los artistas están de acuerdo con ella? ¿A quién defiende en realidad su ley, señora Ministra?
Alex de la Iglesia quiso hablar. Quiso entendimiento. Quiso dialogar.
Pero, por lo visto, el diálogo se ha convertido en pecado capital.